lunes, 30 de abril de 2018

Los alimentos ultra-procesados ¿una nueva plaga?




El término “procesamiento” o “alimento procesado” es muy genérico. Todos los alimentos sufren alguna forma de procesamiento antes de su consumo ya que el procesamiento implica toda la cadena alimentaria, desde la cosecha hasta las diferentes formas de preparación culinaria en el propio hogar.
Los alimentos pueden ser utilizados en su forma original (frutas, frutos secos o leche), como comidas (cereales, legumbres, carne o huevos), como productos utilizados para estas preparaciones (aceites, manteca, azúcar o sal) o como productos transformados listos para ser consumidos (pan, queso, jamón, aperitivos envasados, bebidas sin alcohol, platos preparados).

Los alimentos procesados, cada vez más procesados, se han hecho tan omnipresentes en la población que han acabado por convertirse en una “especie invasora”. Sin embargo, su penetración en cada país es desigual. Mientras que en Reino Unido, Alemania e Irlanda el porcentaje de alimentos procesados en la dieta de las personas es superior al 45%; en Portugal, Italia, Grecia y Francia no superan el 15%.

La cuestión es que, como si de una plaga se tratara, están desplazando los grupos alimentarios más tradicionales (frescos y de proximidad) modificando sobremanera la alimentación, en nuestro caso, mediterránea. Según un estudio, entre 1998 y 2012, las ventas de aperitivos dulces o salados y de bebidas sin alcohol por individuo aumentaron en un 50 % en países con ingreso medio alto y en un 100 y 300 %, respectivamente en países con ingreso medio bajo.

En la dieta española los alimentos ultra-procesados han pasado de suponer el 11% de nuestra dieta en 1990 a triplicar su presencia 20 años después. De forma inversa, los productos no procesados pasaron del 61,4% a 42,9%.
Fuente: *Added sugars and ultra-processed foods in Spanish households (1990–2010), Eur J Clin Nutr 2017

No me sorprende, el ultra-procesamiento pone a nuestro alcance productos alimentarios de largo almacenaje, listos para consumir, atractivos (tan sabrosos que crean fácil adhesión y fidelidad) y por tanto altamente rentables para las empresas. Y por si fuera poco, vienen arropados por un envase atractivo y una intensa difusión.
Pero ¿qué consideramos alimentos procesados?
Si bien existido muchas propuestas de clasificación vamos primero a intentarlo con la más divulgada: la clasificación NOVA, que categoriza los alimentos en tres grandes grupos (Tipo I, II y III), en función del alcance y el propósito del procesamiento de alimentos, sin tener en consideración su contenido en nutrientes.

Alimentos no procesados o mínimamente procesados (Tipo I)
Son alimentos o partes de ellos que no han sido modificados o lo han sido mínimamente, esto es sin que se haya agregado ni introducido ninguna sustancia. Pueden ser vegetales o animales y de reciente cosecha, recolección, o sacrificio.

Los procesos de transformación a los que pueden haber sido expuestos son: limpieza, lavado, aventado, descascarillado, pelado, moltura, rallado, exprimido, descamado, deshuesado, trinchado, cortado y fileteado; secado, descremado y reducción grasa; pasteurizado y esterilizado; refrigerado y congelado; sellado, envasado y envasado al vacío o con atmósfera de gas; malteado añadiendo agua y fermentado mediante la adición de organismos vivos, pero sin generación de alcohol.

Ingredientes procesados (Tipo II)
Son productos extraídos y purificados a partir de alimentos, normalmente por parte de la industria o bien obtenidos de la naturaleza (como la sal). La extracción se produciría sobre todo mediante procesos de prensado, molienda y pulverización y pueden utilizarse estabilizantes o agentes de purificación y otros aditivos en su producción.

Pertenecen a este grupo: los aceites vegetales, las grasas animales, azúcares y jarabes, la sal y, los almidones y harinas, pasta y fideos crudos (a base de harina y agua).

Alimentos procesados (Tipo IIIa)
Son derivados directos de alimentos reconocibles como versiones de los originales. Estos alimentos se producen mediante la adición de sustancias. Los procesos de transformación de este grupo incluyen el enlatado y embotellado utilizando aceites, azúcares (o jarabes) o sal y métodos de conservación como el salado, el ahumado y el curado.

Estos serían los alimentos incluidos: verduras y legumbres en lata o frasco conservados en salmuera; frutas en almíbar; pescado (troceado o entero) conservado en aceite; frutos secos salados; carne y pescado procesados, tales como jamón, tocino, pescado ahumado o el queso.

Alimentos ultra-procesados (Tipo IIIb)
Son productos fabricados a partir de sustancias derivadas de los alimentos. Habitualmente no son reconocibles como los alimentos originales, aunque pueden imitar su apariencia, forma y cualidades sensoriales. La mayoría de sus ingredientes son conservantes; estabilizantes, emulsionantes, disolventes y aglutinantes; edulcorantes, potenciadores sensoriales, de color y sabor; aditivos para su fabricación y otros. Los procesos utilizados en su producción pueden ser hidrogenación e hidrólisis; extrusión y moldeo; fritura y horneado.

Algunos ejemplos: patatas chips y otros tipos de aperitivos dulces, grasos o salados; helado, chocolates, caramelos (confitería); patatas fritas, hamburguesas y perritos calientes; varitas o porciones preparadas de pollo, pavo, pescado, etc.; panes, bollos, galletas, cereales para el desayuno; pasteles, tartas, barritas energéticas, mermelada, margarina, postres preparados; sopas enlatadas, deshidratadas, envasadas y un largo etc... 

De forma aproximada me atrevería a decir que ¡cuanto más procesado es el alimento más larga será su lista de ingredientes!

Lo vemos con algunos ejemplos.


Y no, no hemos de confundir términos, existen productos ultra-procesados integrales y orgánicos o ecológicos. Atención porque "la mona aunque se vista de seda mona se queda", podemos encontrar masas de pan horneadas con semillas o chips (aperitivos) de legumbres ecológicos. 

Basta comprobar este listado de ingredientes (real) de unos chips de garbanzo: harina de garbanzos* 34%, fécula de patata*, aceite de girasol no hidrogenado*, harina de patata* y sal marina. Puede contener trazas de gluten, soja y leche. (*)=De cultivo ecológico. Y ver como su información nutricional también difiere del consumo del alimento no procesado.




Pero, ¿qué ocurre con los procesados y la salud?

Los alimentos ultra-procesados contienen fuentes energéticas y de nutrientes habitualmente no utilizados en las preparaciones culinarias, como la caseína, la lactosa, el suero de la leche y el gluten. Otros provienentes del procesamiento, como los aceites hidrogenados, las proteínas hidrolizadas, la proteína de soja purificada, la maltodextrina, el azúcar invertido o el jarabe de maíz rico en fructosa. Por supuesto que los aditivos (conservantes, antioxidantes, estabilizadores) también tienen una gran presencia.



Lógico es pensar que el consumo de productos ultraprocesados aumenta la densidad energética global de las dietas ya que aumenta su contenido en grasas saturadas y trans, azúcares libres y disminuye la presencia de fibra y otros nutrientes. Los tipos específicos de procesamiento y los riesgos de la enfermedad, ya sea de forma negativa o positiva, no se han definido con precisión. 

Diferentes estudios encuentran asociación entre productos ultraprocesados y obesidad, hipertensión, síndrome metabólico, diabetes, dislipidemias e incluso con el riesgo de cáncer. Así que su masivo consumo y el desplazamiento de otros alimentos de la dieta debe empezar a ser “vigilado” si queremos compatibilizar los avances de la industria alimentaria y sus efectos en la salud de la población.

domingo, 15 de abril de 2018

Dulces noticias sobre las tasas del azúcar


La reducción del consumo exagerado de azúcares puede suponer un fuerte impulso para desacelerar la epidemia de la obesidad y la diabetes en la que nos hallamos instalados. El establecimiento de planes de acción que incluyan la instauración de impuestos sobre las bebidas azucaradas, la restricción de su comercialización y la educación de la población infantil puede tener un gran impacto en la salud.

Una noticia de la agencia ACN, de este mes de abril, alienta aquellas ideas que desde la evidencia científica y el convencimiento creemos factibles y efectivas para mejorar la salud de la población.

Fuente: La Vanguardia 09-04-2018
En mayo del 2017, el gobierno de la Generalitat de Catalunya implementó un impuesto para gravar el consumo de bebidas azucaradas envasadas. De hecho, se establecieron dos tipos de gravamen según el contenido en azúcar de las bebidas: de 0,12 euros / litro para aquellas que contenían más de 8 gramos de azúcar por cada 100 ml y otro, de 0,08 euros / litro para las bebidas de entre 5 y 8 gramos de azúcar por cada 100 ml. 

CRES-UPF Working Paper 201804-110
Ha pasado un año y según el informe Impact of SSB taxes in consumption (Impacto del impuesto de bebidas azucaradas sobre el consumo de estas bebidas en Cataluña) del Centre de Recerca en Economia i Salut de la Universitat Pompeu Fabra muestra que el impuesto está influyendo en el consumo de bebidas azucaradas. Utilizando datos de una cadena de supermercados y los datos de 160 tiendas, se ha estimado la disminución de la venta de aproximadamente seis litros por semana, producto y tienda si se compara con el consumo de bebidas light/zero. Estas cifras suponen, como describen en el informe, una reducción de un 22% comparado con el consumo que había antes de la aplicación del impuesto.


Además, una parte de la caída del consumo de bebidas azucaradas ha sido sustituida por el consumo de bebidas light y zero ("efecto de sustitución"), las cuales aumentaron sus ventas en el mismo periodo.

Los autores del estudio, Judith Vall y Guillermo López, extrapolan sus resultados a todos los consumidores catalanes, para concluir que el impuesto ha supuesto una reducción energética de 107 kilocalorías por persona y semana




Uno de los hallazgos más interesantes  es el carácter diferencial del impacto del impuesto. Los efectos observados de disminución han sido mayores en las áreas no turísticas y en aquellas con una tasa de obesidad más elevada.





Pero quizás el hecho que hace más potente los datos de disminución de ventas estimados con respecto a otros estudios anteriores es una característica propia del texto legislativo del capitulo VIII de la LEY 5/2017, de 28 de marzo de la Generalitat Catalana que la regula. Este importante aspecto ha sido repercutir el 100% del impuesto en el consumidor final.

Como señala el resumen del informe: "nuestros resultados son informativos para los formuladores de políticas que planean introducir impuestos similares en otros países, como el Reino Unido, Irlanda o Sudáfrica, que están listos para implementar un impuesto SSB en 2018."

Un buen argumento que se debe sumar a la petición que hace unos meses se hacía desde la Sociedad Española de Epidemiología a las administraciones públicas. A cuyo documento ya hice mención en otro post reciente de ¡A Tu Salud!.