lunes, 19 de enero de 2015

Ese dulce traidor que me sube la tensión

Tomado de Betty de Sugar Dreams
http://wholekitchen.es/bundts-decorados-inspiracion/ 
Las evidencias científicas ponen cada vez más al azúcar entre la espada y la pared. Hace aproximadamente un año, la OMS se hallaba en pleno proceso de consulta pública para proponer una recomendación de reducción de su consumo al 5% de la energía total diaria ingerida. Recordad el equivalente a 25 g o una cucharada sopera o si lo prefieres seis cucharadas de café al día, como comentábamos en otra entrada de ¡A Tu Salud! Si la anterior recomendación (10%) fue motivada por la relación entre los azúcares dietéticos y el peso corporal, en  la propuesta de modificación fue la evidencia de una concienzuda revisión sistemática sobre los efectos de su restricción en relación a la caries, la que aportó argumentos suficientes para la acción.

Hasta aquí a la mayoría no creo que os suponga ningún esfuerzo la comprensión del tema puesto que es coherente con la percepción que la población tiene de los daños producidos por él: "el azúcar engorda" o el "azúcar produce caries" sentencian incluso antes que la ciencia estableciera las pertinentes evidencias o pruebas. Pero ahora la dirección de nuevos hallazgos establecen relaciones que la sociedad no tiene identificados en la misma dirección, me refiero a la existencia de pruebas convincentes a partir de la ciencia básica, estudios poblacionales y ensayos clínicos que implican a los azúcares, en el desarrollo de la hipertensión y de la elevación del riesgo cardiometabólicoen concreto la fructosa.

Asi entran en competición dos cristales, contrapuestos en sabor (la sal y el azúcar), en su pugna de quién influye más en la hipertensión. Por una parte, conocemos que la reducción de la ingesta de sodio (sal) puede disminuir la presión arterial en algunas personas sensibles pero además sabemos que consumos superiores a 6 gramos al día, así como también los que están por debajo de 3 gramos/día se asocian con un mayor riesgo de muerte y otros eventos cardiovasculares. Puedes conocer tu consumo diario de sal utilizando en este juego/aplicación de AECOSAN. 


Por otra parte, un consumo alto de azúcar aumenta significativamente la presión arterial (sistólica y diastólica). Incluso que un consumo del 25% o más del aporte energético diario significa triplicar el riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular. Puedes utilizar una herramienta que OCU dispone en red para conocer tu ingesta habitual y "oculta" de azúcar. Muchos productos procesados esconden una cantidad importante de azúcares.
Tomado de OCU
Una estrategia efectiva para reducir la presión arterial es disminuir el contenido y el consumo de alimentos procesados en la dieta (procedencia del 70% del sodio que ingerimos), que después de todo lo comentado, hemos de reconocer que los alimentos procesados son también fuente de azucares y carbohidratos simples, otro factor responsable de la elevación de la tensión. Así que el esfuerzo de modificación deberá encaminarse hacia ambos nutrientes si se quiere ser más efectivo en términos de salud. En otras entradas hemos hablado de la hipertensión y el sodio hoy le ha tocado al azúcar como riesgo cardiovascular.

De forma práctica, podemos arriesgarnos a dar algunos sencillos consejos para reducir la ingesta de azúcar en la dieta:
  • Evitar el azúcar en los alimentos que no lo requieren como por ejemplo la leche  o las frutas preparadas que ya contienen de forma natural (lactosa o fructosa).
  • Normalmente cuando nos planteamos esquivar el azúcar en nuestra alimentación tratamos de eliminar cualquier alimento dulce, pero a menudo olvidamos que muchos alimentos salados contienen azúcar. Así que no olvides también disminuir la presencia de alimentos, precocinados, condimentos y salsas.
  • En los productos procesados sólo hay una manera de estar seguro de que no contienen azúcares: ¡leer bien el etiquetado nutricional de los mismos!
  • Atención porque muchos ingredientes de nombres variados son también distintos tipos de azúcar por ejemplo: el jarabe de maíz alto en fructosa, edulcorante de maíz, azúcar moreno, jugo de caña evaporado, concentrados de zumos de fruta, glucosa, fructosa, lactosa y, en general, todas las palabras que acaben en la terminación “-osa”, con los mismos efectos que hemos descrito.
  • Una medida básica supone controlar el consumo sobre las bebidas (refrescos) azucaradas incluidas las bebidas para deportistas y los zumos de fruta envasados. No olvideis que incluso no resulta recomendable abusar de zumos de fruta exprimidos.
El tema del azúcar puede tener otros puntos de vista desde donde debe ser también considerado, para los más inquietos resulta interesante conocer el movimiento Justicia Alimentaria Global y su campaña 25 gramos.

miércoles, 7 de enero de 2015

La salud a ritmo de la música



Todos creemos a pie juntillas que la musica ejerce efectos relajantes, excitantes o de otros tipos en los seres vivos. El filósofo griego Platón ya argumentaba que "la música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo". Hasta tal punto intuímos su influencia que utilizamos la música para todo: motivarnos, relajarnos, animarnos y desfogarnos. Que la música canaliza y evoca muchos sentimientos (es lo que tiene el arte) ya lo proclamaba Cervantes: "la música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu".
 
Fue en 2001 cuando los neurocientíficos Anne Blood y Robert Zatorre de la Universidad McGill en Montreal evidenciaron que la música placentera activa en las personas que la escuchan diferentes regiones del cerebro en su sistema límbico y paralímbico y que se vinculan a respuestas eufóricas mediadas por la liberación de dopamina. Algo parecido a lo que ocurre con el sexo, la comida o las drogas. Aunque es bastante fácil especular por qué el sexo y la comida son recompensados con una oleada de dopamina esto nos hace buscar más, y de esta forma contribuye a nuestra supervivencia y la de la especie. La pregunta sería ¿por qué una secuencia de sonidos se comportan de igual forma? Si bien a ciencia cierta no se conoce el por qué,  una de las teorías más divulgadas se remonta a 1956, cuando  Leonard B Meyer (filósofo y compositor) sugirió en Emotion and Meaning in Music  que la emoción en la música se identifica con la búsqueda, las expectativas y la satisfacción de cumplirlas. Meyer sostuvo que en la música se establecen patrones y regularidades que nos tientan a hacer predicciones inconscientes sobre lo que vendrá después. Si estamos en lo cierto, el cerebro se da una pequeña recompensa, una oleada de dopamina. Este juego entre expectativas y resultados estimularía el cerebro con un fluir agradable de emociones.
 
Así como es lógico, se ha utilizado incluso con fines terapéuticos naciendo la musicoterapia. ¡Música para tratarnos! La musicoterapia supone el uso pautado de la música y sus elementos como una intervención en ambientes medicos, educativos y cotidianos con individuos, grupos, familias o comunidades, buscando optimizar su calidad de vida y mejorar su salud fisica, social, comunicativo, emocional e intelectual y su bienestar. Todo ello muy loable pero aquí  me ha asaltado una duda ¿cuál es su poder curativo? y sobre todo, queriendo separar la paja del grano, ¿cuánta evidencia científica disponible existe que avale su eficacia para según qué enfermedades?


Dando un paseo por la redes, me encuentro con el equipo de Murcia Salud que intentaba responder a una pregunta semejante aplicada a los recién venidos (cómo el año que ahora empieza): ¿Existe evidencia científica del efecto de la musicoterapia en neonatos? Si bien reconocen la limitada evidencia existente sobre la efectividad de la aplicación de música en la mejora de parámetros fisiológicos y de comportamiento de bebés ingresados en Neonatología.

Hospital del Vinalopó alentando
a moverse con música
Pero una revisión publicada en 2014 sobre revisiones sistemáticas sobre ensayos clínicos aleatorizados (ECA) ha llamado mi atención tanto por su exhaustividad como por su metodología. Incluye finalmente 21 estudios realizados entre 1995 y 2012 (16 revisiones Cochrane): ocho estudios  sobre "trastornos mentales y del comportamiento"; dos sobre "enfermedades del sistema nervioso" y "enfermedades del sistema respiratorio" y uno correspondiente para cada uno de estos epígrafes "enfermedades endocrinas, nutricionales y metabólicas", "enfermedades del sistema circulatorio" y "embarazo, el parto y el puerperio".

En él se evidenció que el tratamiento con musicoterapia mejoró los siguientes procesos:
  • el funcionamiento global y social en la esquizofrenia y/o trastornos mentales graves, 
  • la marcha y las actividades relacionadas en la enfermedad de Parkinson,
  • los síntomas depresivos y 
  • la calidad del sueño.  
Si bien la musicoterapia puede que tenga potencialmente margen de mejora para otras enfermedades, no existe suficiente evidencia para afirmarlo contundentemente en la actualidad.

Algunas sugerencias musicales de los terapeutas especialistas pueden ser lanzadas sin temor ya que según el mismo estudio citado no se ha notificado ningún efecto adverso específico o fenómeno perjudicial en ninguno de los estudios revisados y la musicoterapia fue bien tolerada por casi todos los pacientes.
  • Obras como los "Nocturnos" de Chopin, el "Preludio para la siesta de un Fauno" de Debussy y el "Canon en Re" de Pachelbel, para el insomnio,
  • "Música acuática" de Haendel, el "Concierto para violín" de Beethoven y la "Sinfonía Nº 8" de Dvorak para la depresión,
  • El “Concierto de Aranjuez” de Rodrigo, "Las cuatro estaciones" de Vivaldi y la "Sinfonía Linz k425" de Mozart para la ansiedad.
  • Temas como "Sueño de Amor" de Liszt, la "Serenata" de Schubert o el "Himno al Sol" de Rimsky-Korsakov para aliviar dolores de cabeza.
¡Una terapia complementaria que ayuda y no daña! ¿Que más se puede pedir?

Os dejo este fabuloso resumen de la Historia de la música plasmado magistralmente en apenas 7 minutos, toda una joya de síntesis.