miércoles, 12 de diciembre de 2012

De desperdicios y hambre



Esta semana el programa Salvados (J Évole y R Lara) de La sexta ha puesto sobre la mesa un tema candente y sonrojante, el porqué acaban toneladas de comida en la basura cuando tanta población está en una situación de extrema necesidad. “Con la comida no se juega” fue el título elegido.
Y es que estamos viendo la cara mas amarga de la crisis. Ya en febrero, Caritas presentaba el estudio de la Fundación FOESSA “Exclusión y desarrollo social en España. Análisis y perspectivas en 2012” en el que se concluía que: 
Informe

  • La tasa de pobreza (21,8%) es de las más elevadas de la Unión Europea; 
  • Un 25,5% de la población (11,5 millones de personas) está en riesgo de pobreza; 
  • El umbral de pobreza ha bajado de 8.000 euros (2009) a 7.800 (2010), esto es que los pobres de hoy son más pobres; y 
  • Uno de cada tres hogares tiene dificultades para llegar a final de mes y un 41%  es incapaz de hacer frente a gastos imprevistos.

Padecemos la tasa de desempleo más alta de todos los países que forman la UE-27, a gran distancia de la media de este conjunto de países (9,7%). Además uno de cada dos parados lo es de larga duración (más de 1 año). Y por si fuera poco emerge con fuerza (940.000 personas) el fenómeno de los “trabajadores pobres”, es decir aquellos que aún teniendo empleo están por debajo del umbral de la pobreza. Reflejo de una lamentable realidad la pobreza se ha hecho extensa, intensa y crónica.
Y mientras tanto pienso en lo que podría suceder y no sucede. Se calcula una media de 160 kg por persona y año que podrían haber sido consumidos o redistribuidos y sin embargo, han acabado literalmente en la basura. Por una parte los malos hábitos de consumo (42%), las “exigencias de calidad” de los comercios (39%) y entre otras las absurdas normas comunitarias de cupos y protección de mercados. En el otro lado personas rebuscando en los contenedores de basura algo que llevar a casa. Recientemente, colegas de Euskadi me comentaban que en algunas ciudades hasta los contenedores habían sido objeto de monopolio de búsqueda por parte de algunos clanes o grupos organizados para su “explotación”, es más les habían llegado a poner hasta etiquetas con la identificación del mismo para que nadie osara ha realizar su búsqueda en él.


En septiembre se organizó un gran revuelo entre algunos “salvapatrias” al tildar de dinamitero de la “maraca España” al fotógrafo catalán Samuel Aranda, por haber publicado en el The New York Times y bajo el título La austeridad y el hambre en España,  una serie de fotos que ilustraban la idea de lo duro que para muchos está resultando sobrevivir en este país. pero este reportaje gráfico simplemente era el apoyo de un artículo sobre la “proyección internacional” de la situación en que estamos envueltos.


Joan Baldoví, diputado valenciano por Compromís-Equo, planteó en el Congreso una estrategia para evitar el desperdicio masivo de alimentos en buen estado propuso promover un acuerdo urgente entre el estado, las comunidades autónomas, la industria, la restauración y las organizaciones no gubernamentales para adoptar aquellas medidas que garantizaran el uso eficiente de los alimentos y evitar su desperdicio. La propuesta no salió adelante por la obvia aritmética parlamentaria, el partido del gobierno voto en contra. En respuesta a la interpelación del diputado el Gobierno señaló que estudiaba una estrategia para cumplir los objetivos marcados por el Parlamento Europeo de cara a reducir “a la mitad” el actual desperdicio de alimentos. Sólo que lo prevén de aquí a 2025. A esto se llama tomar “soluciones rápidas” a la crisis y al sufrimiento de nuestros conciudadanos.
Dijo Miguel Hernández que “El hambre es el primero de los conocimientos: tener hambre es la cosa primera que se aprende” y con lo que hemos dicho no hemos de olvidar que de forma conjunta en este país uno de cada cuatro niños (27,2%) esta bajo el umbral de la pobreza. Un artículo de octubre de 2012 del periódico Público nos recuerda que un total de 2.267.000 niños, 80.000 más que hace un año, debido al impacto de la crisis económica, según las estimaciones de UNICEF, a partir de los datos actualizados de Eurostat relativos a 2011, y recogidas por Europa Press.
Algunos países han iniciado campañas de concienciación como Love food, hate waste (Ama la comida, odia el desperdicio) en Reino Unido con la que han logrado en 3 años disminuir en un 13% los desechos alimentarios o en Dinamarca la estrategia Stop wasted food (Alto al desperdicio alimentario).
Las conclusiones de estas estrategias son claras: las personas que planifican, hacen listas de la compra y controlan la comida de la que disponen desperdician menos alimentos que los «compradores espontáneos» por lo que se debe animar a las personas a aprovechar las sobras y a utilizar los alimentos con fecha de caducidad próxima en nuevas recetas.
Inculcar hábitos para minimizar el desperdicio por medio de clases de cocina también han demostrado su utilidad y el Parlamento Europeo ha recomendado que se incorpore esta formación práctica a los planes de estudio. Pero no sólo en el hogar sino que también puede aplicarse esto a la industria hostelera: los proveedores de servicios de catering pueden ayudar a reducir el desperdicio anticipando la demanda en función de las reservas, o bien dar facilidades y consejos para permitir que los comensales de un restaurante se lleven las sobras a casa (el “doggie bag” es práctica común en EE. UU. poco arraigada en Europa). 
Otras medidas como la clara indicación en el etiquetado de las fechas de consumo preferente, fecha de caducidad, fecha límite de venta y fecha límite de exposición, podrían ser de gran utilidad. El Parlamento Europeo ha realizado la propuesta de un etiquetado de doble fecha que incluya tanto la fecha límite de venta y la fecha de caducidad, pero para ello es necesario que los consumidores se familiaricen con la terminología.
Los excedentes de alimentos pueden y deben redistribuirse con las pertinentes garantías. Entre los desechos se pueden encontrar alimentos perfectamente comestibles que han sido rechazados por su aspecto. Una opción puede ser la labor de reparto social a través de los bancos de alimentos en los que los excedentes se transportan desde los comercios minoristas hasta las personas necesitadas. Otra la articulación de medidas para hacerlos accesibles al consumidor pero poniendo atención a la modulación de su comportamiento que de no tenerlo en cuenta puede convertirse en una incitación a la compra innecesaria e incluso a la ingesta excesiva.

Os dejo con un video promocional de la campaña lanzada por Acción contra el Hambre dónde se recrea el discurso final de una estupenda película, El Gran Dictador, de Charlie Chaplin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Anímate a compartir tus opiniones sobre este tema.